lunes, 31 de octubre de 2011

Impo(si)ble.

La Real Academia define la palabra 'imposible' como algo que "no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder"; y define 'improbable' como algo "inverosímil que no se funde en una razón prudente".
Puestos a escoger, me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo.

La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la épica.
Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió.
Ver a un negro habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió.
Que los Barón Rojo volvían a tocar juntos era improbable, pero también sucedió.
Nadal desbancando del número uno a Federer.
Una periodista convertida en princesa.
El 12-1 contra Malta.

El amor, las relaciones o los sentimientos no se fundan en una razón prudente, y por eso no me gusta hablar de amores imposibles sino de amores improbables, porque lo improbable es por definición probable. Lo que es casi seguro que no pase, puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, media posibilidad entre mil millones de que pase, vale la pena intentarlo

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